miércoles, 22 de diciembre de 2010

Crónica de un trámite

Agradecimientos a Gabriela


Año 2010. Noviembre. Avenida Antártida Argentina 1355. Las numeraciones están incorrectas, por eso llegar resulta algo problemático. Es un edificio antiquísimo y en mal estado pero con una historia muy importante. Es la Dirección Nacional de Migraciones, lo que alguna vez fue el Hotel de Inmigrantes; el que recibió miles y miles de inmigrantes europeos a fines del Siglo XIX y a principios del Siglo XX. En la actualidad, recibe centenares de inmigrantes (de países limítrofes, la mayoría) para la tramitación de la documentación que haga falta para poder vivir en la Argentina.
El edificio está vallado por innumerable cantidad de personas. Todas desorientadas y sin saber ni a dónde ir, ni qué hacer. Se preguntan entre sí “¿Esta es la cola para el DNI?”, “¿Aquí se hace el Certificado de Residencia Precaria?”, “¿dónde se saca turno?”. Sostienen carpetitas, folios, papeles sueltos. Entre esta multitud, hay una mujer de rasgos distintivamente originarios: piel marrón, ojos bien oscuros y melancólicos, pómulos prominentes. Su cabello, negro y espeso, sujetado en una prolijísima trenza. Tiene dos bebés: uno dentro de su vientre, a punto de nacer, y el otro, un niño, en uno de sus brazos. Está sola. Con una calma que sorprende, se dirige hacia uno de los hombres con uniformes color caqui y marrón, y le pregunta hacia donde tiene que ir para tramitar el DNI. El hombre con la inscripción de “Seguridad” le indica con voz nasal y un tanto chillona “tenés que volver a la calle, caminar hacia la derecha, vas a ver un pasillo a tu derecha, doblas, caminas hasta el fondo y te vas a encontrar con el Pabellón 6”. Si se presta algo de atención, es posible ver a “los de Seguridad” en cada puerta del lugar. Es claro que tienen diversas funciones en la Dirección.: leen el Diario, miran el techo como imaginando un “mejor lugar” donde estar, también charlan entre ellos, se ríen. Y además, responden las dudas de las personas y vigilan las entradas.
La mujer-madre sigue las indicaciones que el hombre le dio, camina con mucha tranquilidad y armonía considerando todo el peso que lleva encima. Finalmente llega al Pabellón 6: es un galpón gigante. De paredes blancas, recién pintadas. Contorneándolas, se disponen los cubículos donde trabajan los funcionarios (mayormente funcionarias) que están a cargo de llevar adelante todos los trámites (de las personas interesadas). Este es más silencioso que el Pabellón principal. La mujer que parece aborigen consigue un asiento que no merece ser llamado así porque, como la mayoría de ellos, está en pésimas condiciones. Acomoda a su bebé en los hombros de manera tal que sus manos queden libres para buscar los papeles que deberá presentar para el trámite. El bebé con sus ojos negros mira alrededor. Una mujer de origen oriental, cuyos rasgos se suelen considerar “chinos”, le sonríe y hace morisquetas. El bebé sonríe y sigue mirando a su alrededor. Habrá 200 personas en el lugar, además de todas las personas que trabajan allí. El de Seguridad indica a las personas que entran al Galpón donde sacar turno. Los asientos están dispuestos en dirección al marcador de números: una especie de pizarra eléctrica color negro que marca los números de los turnos en color rojo. 97, 98… 99… 100… 101… 102… 103… 104… 105… 106… 107… 108… 109…110… 111… 112… 113… 114… 115… 116… 117… 118… 119… 120… 121… 122… 123… 124… 125… 126… 127… 128… 129… 130… 131…
132, al fin. Es el turno de la mujer que nos interesa, quien con mucho esfuerzo se dirige al cubículo donde la esperan para tramitar la documentación que ella necesita. La atiende una chica de unos 25 años, rubia de cabello lacio hasta los hombros, ojos oscuros y delicadamente delineados con marrón. Tiene un delicado collar de perlas que decora el Uniforme que les da el Gobierno: una camisa blanca entallada al cuerpo y una falda azul, también entallada, larga hasta las rodillas.
¬“Boliviana” responde cuando preguntan su nacionalidad. Soltera, vive en Quilmes, es desocupada. Edad, 24 años.
 Sentate en esa silla  ordena la rubia amablemente mientras señala un asiento que está más alejado, prosigue  mira mi mano  extiende su brazo derecho. Con una cámara digital le toma una foto. La mujer originaria se vuelve a sentar en la silla más próxima a la funcionaria. Ésta última le alcanza un artefacto con forma de prisma negro y ultra tecnológico, y le pide que firme allí con un palito de plástico. La mujer- madre obedece, aunque no parece entender qué es lo que está haciendo. Resulta que allí cuentan con la última tecnología para realizar (y facilitar) los trámites; “ahora es todo digital” dice la funcionaria rubia, con tono de publicidad de productos de limpieza.
 Listo. Ahora tenés que pagar, allá en la caja (señalando un cubículo en el otro extremo de donde ellas están que dice “Caja”). Son 35 pesos. Después volvé y te devuelvo tus papeles  dijo la rubia con frescura.
 No me dijeron nada de pagar cuando saqué el turno¬  dice la mujer tratando de disimular la desesperación.
 Pero ¿no tenés 35 pesos?  pregunta la joven funcionaria inocentemente  Lo que pasa es que si no pagas ahora, vas a tener que volver a sacar el turno, esperar y hacer el trámite, todo de nuevo  agrega como tratando de convencerla de pagar  me parece raro que no te lo hayan dicho, no te habrás dado cuenta.
 Es que no tengo ese dinero, nadie me avisó, no puedo… ¿No hay forma de…? ¿Puedo hablar con alguien a cargo?  la mujer madre evidencia nervios y rabia al hablar, su voz tiembla. El bebé en sus brazos le toquetea la cara como tratando de descifrarla y entenderla.
 Voy a hablar con mi superior  responde la rubia que se levanta y camina hacia al fondo. Habla con una vieja regordeta maquillada en exceso, que antes de que la rubia se le acercase hablaba por teléfono. Esta ultima niega con la cabeza y le dice algo más que no se alcanza a escuchar. Mirando hacia abajo, la rubia vuelve  No hay nada que yo pueda hacer por usted, disculpe  dice mientras le devuelve los papeles Ahora tengo que seguir atendiendo a la gente.
La Mujer Boliviana con aún mas esfuerzo, como si ahora además cargase un bolso mucho mas pesado, se levanta sin quejarse pero con indignación. Se dirige hacia otro asiento cerca de la salida del Pabellón 6. Allí se sienta. Sin hacer ni decir nada. Su bebé vuelve a toquetearle la cara. 143… 144… 145…146… 147… 148… 149… 150… 151…

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